De la ira by Lucio Anneo Séneca

De la ira by Lucio Anneo Séneca

autor:Lucio Anneo Séneca [Séneca, Lucio Anneo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 0059-01-01T00:00:00+00:00


O si es posible, imagínense rasgos más espantosos para esta repugnante pasión.

XXXVI, Algunos hay, dice Sextio, a quienes aprovechó mirarse al espejo estando irritados: asustados por aquella transformación, creyeron tener delante una realidad, y no se reconocieron. ¡Y cuán lejos está aún esta imagen reflejada por el espejo de su verdadera deformidad! Si el alma pudiera mostrarse a los ojos y reflejarse en cualquier superficie, nos confundiríamos al verla lívida y manchada, espumosa, convulsa e hinchada. Si actualmente vemos aparecer su deformidad a través de los huesos, de las carnes y de multitud de obstáculos, ¿qué sería si la contemplásemos desnuda? «Crees que nadie ha desistido de la ira ante un espejo». ¿Cómo no? correr al espejo para mirarse, es haber desistido ya. Nunca se encuentra más bella la ira que en su más espantosa fealdad, y tal como es quiere parecer. Pero mejor es considerar cuántas veces ha dañado por sí misma. Unos, en ciego arrebato, se cortaron las venas; otros vomitaron sangre por haber esforzado los gritos, y refluyendo con violencia el humor a los ojos, oscureció su limpidez, y los enfermos experimentaron aumento de dolores: nada lleva con más rapidez a la locura. Así, pues, en muchos la demencia no fue otra cosa que continuación de la ira, y una vez perdida la razón no la recuperaron jamás. La demencia impulsó a Ayax a la muerte, y la ira a la demencia. Invocan la muerte sobre sus hijos, sobre ellos la indigencia, la ruina sobre su casa; y estos furiosos niegan su ira, como niegan su locura. Enemigos de sus mejores amigos, peligrosos para aquellos a quienes más quieren, no conociendo de la ley más que los castigos, girando al soplo más ligero, son inaccesibles a las palabras como a los favores. Su único guía es la violencia, y tan dispuestos están a clavaros la espada como a arrojarse sobre ella. Les domina el mayor de todos los males, superior a todos los vicios. Los otros penetran en el alma poco a ; éste la invade desde el primer momento y por completo; domina, en fin, todas las demás

pasiones, y vence al amor más ardiente. Así es que hay amantes que traspasan el pecho de la amada y abrazan locos a su víctima. La avaricia, ese mal inveterado, ese mal tan rebelde, resulta vencido también por la ira; arrástrala a disipar sus riquezas y a entregar a las llamas su casa y sus amontonados tesoros. ¡Cómo! ¿no ha rechazado el ambicioso las insignias que en tanto estima ba y repudiado los honores que le ofrecían? No existe pasión alguna a la que no se sobreponga la ira.



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